Doce Cuentos Peregrinos /

Reescribí todos los cuentos otra ve desde ei principio en ocho meses febriles en los que no necesité preguntarme dónde terminaba Ia vida y dónde empezaba Ia imaginación, porque me ayudaba Ia sospecha de que quizás no fuera cierto nada de lo vivido veinte afios antes en Europa. La escritura se me hizo entonces tan fluida que a ratos me sentía escribiendo por el puro piacer de narrar, que es quizás el estado humano que más se parece a Ia levitación. Además, trabajando todos los cuentos a Ia vez y saltando de uno a otro con plena libertad, conseguí una visión panorâmica que me salvó dei cansancio de los comienzos sucesivos, y me ayudó a cazar redundancias ociosas y contradicciones mortales. Creo haber logrado así ei libro de cuentos más próximo ai que siempre quise escribir.